Categoría | Psicología |
ISBN | 9789509515123 |
Peso | 0.14 |
Idioma | Español |
Editorial | Manantial |
Tapa | Rústica |
Traductor | Bari, Inés |
Año | 1993 |
Ciudad | Buenos Aires |
Páginas | 136 |
"Uno no se da cuenta nunca de todo", dice Rousseau. Por eso sólo me di cuenta muy tarde de las razones secretas por las cuales "Dios es Inconsciente", como fórmula del ateísmo, aparece, en el Seminario XI, justo en medio de un comentario del sueño analizado por Freud: "¿Padre, no ves que ardo?" La fórmula de Lacan no pierde su efecto al ser sacada del contexto, por el contrario. Pero, aun en medio de la prisa, deseo que la traducción castellana me de la ocasión de reubicarla. En el fondo, es necesario relacionar el: "¿Padre, no ves que ardo?", con el: "Eli, Eli, lamma sabacthani", del Cristo crucificado, "¿Señor, por qué me has abandonado?" Uno deja arder a su hijo, y el otro lo deja crucificar. Sucede que Dios está muerto, se apresura a decir Nietzsche, que no introduce casi ahí más que al Padre muerto del neurótico. El "Dios está muerto" de Nietzsche permite entonces, dijo Lacan en ese pasaje, salvar al Padre matándolo, un poco como Freud, mientras que es el Hijo el que paga. El Nombre de Dios deniega entonces el Nombre-del-Padre.