Categoría | Latinoamérica |
ISBN | 9788439743729 |
Peso | 0.32 |
Idioma | Español |
Editorial | Literatura Random House |
Autor | Ruvalcaba, Hiram |
Tapa | Rústica |
Serie | Mapa de las Lenguas |
Año | 2024 |
Ciudad | Barcelona |
Páginas | 232 |
En 1996, Sagrario murió baleada en la entrada de su residencia; los disparos alertaron a los vecinos, incluyendo a Hiram, el hijo mayor de la familia Ruvalcaba, de apenas ocho años. Poco después, en 2000, también a Rocío le arrebataron la vida de forma violenta: fue asesinada y sepultada a medias en la sala de su casa. En 2005, la frontera simbólica entre un asesinato noticioso, anónimo, y el de alguien consanguíneo se quebró. El Jalisco rural y semiurbano se había convertido en una tolvanera de cadáveres, y uno de ellos era el de Antonio Ruvalcaba, el tío del autor.
Tres asesinatos, apenas tres muertes entre todas esas que no somos capaces de contabilizar ni de reconocer. A partir de ellas, Hiram Ruvalcaba entreteje una impresionante novela debut que, desde la autoficción, lo posiciona como digno heredero de la tradición literaria de las tierras de Rulfo y Arreola.
La crítica ha dicho:
«Hiram es de esos prosistas de los que uno puede esperar lo más alto: la precisión y sensibilidad para hablar del recuerdo, la infancia, la paternidad y los sentimientos que no caben en un mundo tan convulso. En esta novela, a partir de una tragedia se revelan las dimensiones reales e imaginarias de una familia atravesada por sus deudas con ellos mismos y una herencia de dolor y violencia».
Laura Baeza
«Hiram logra con este libro nunca dar por hecho la violencia en un país adicto a la sangre. La narra desde el asombro, desde el cariño; dándole así páginas de vida a sus muertos. Su prosa es cicatriz solidificándose. Y por eso mismo también es alivio y molestia».
Gabriel Rodríguez Liceaga
«Esta novela es una cartografía de la violencia. Un mapa hecho literatura donde la prosa es una linterna que avanza sobre ese territorio intentando iluminar las emociones y explicaciones de las víctimas, los asesinos y de quienes, estupefactos, asistimos a la violencia desde el relato o la noticia».
Alejandro Vázquez Ortiz