El espectador comprende, sólo con la composición visual, lo que siente una mujer en la ventana encerrada en el infierno doméstico de un melodrama clásico o el futuro que le espera a un hombre errático que se encamina hacia el horizonte. Este conocimiento profundo, este contrado de confianza creativa entre autor y espectador se produce instantáneamente, porque apela a un conocimiento previo -pocas veces consciente- de la tradición iconográfica que este motivo ha tenido en la historia de las artes visuales.