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Categoría Poesía
ISBN 9786124864407
Peso 0.25
Editor Siguas, William | De La Roca, José | Morales Aroní, Santos
Idioma Español
Editorial Ícata
Autor Gómez Migliaro, Willy
Tapa Rústica
Año 2021
Ciudad Lima
Páginas 180

Subía el Mirador de los cóndores, una montaña pequeña cuando supe del último libro del poeta Willy Gómez Migliaro. Subo a avistar especies: pumas, zorros, cóndores. Me señala que él también vive en la montaña. La misma cordillera nos une: podríamos caminar él desde norte a sur y yo al revés y nos encontraríamos para avistar especies, compartir silencio y comunicarnos en poema.

Willy Gómez Migliaro no es espécimen de Academia o Bicho de Campus. Nada más lejano. Acá hay oxígeno. Acá hay habitación para la nada de aire. Luego, con la lectura me doy cuenta que sí aparece la montaña en los versos. El mito fundacional andino que nos pertenece a todos quienes somos los músculos paravertebrales de esa columna que es la cordillera.

No sé quién nos presentó vía libros, Lucho Chueca quizás, no recuerdo, pero de inmediato me encantó su poesía lingüísticamente voluptuosa, disparada, de aliento, una poesía que yo disfruto mucho pero que no practico. A mí cierta culpa y vergüenza me acercan al susurro y la voz baja, y a medida que avanzan los años, creo eso se acentúa. Por eso me gusta esta poesía, es el antídoto para tanta palabra e identidad fija. Quizás habría que agregar que esta división -ilusoria, por cierto- que en décadas pasadas se llamó neobarroco oponiéndolo a lo que mal se llamó objetivismo, nunca tuvo sentido para los que usábamos esas dos maneras y mil más. Lo cierto es que el poeta miente para mejorar la verdad sea esta un retrato hecho desde las escasez o desertificación verbal como es, creo, mi caso. O desde las reverberancias y ecos, como en el caso de este libro, que parece una apertura, un despliegue de piezas que no termina. Lección, lección, lección: no buscar el broche, la cinta de regalo, el moño, la roseta. O sea, no intentar enmarcar en un sistema las pulsiones que se manifiestan radialmente desde el poema. Dejarlas entrar a todas. Pero cómo, me pregunto, cómo hacerlo sin volverse loco. Me imagino que como una especie de divinidad de la india con muchos brazos. Algo así, o corriendo a todo dar para subirse a un tren en movimiento como surfistas ferroviarios proclamando a gritos el todo, la nada, a decir que hacemos máquina con la realidad que todos los días es más extraña y fascinante.

Dar a la nada aire habitación y nombre, detener la película o partes de esta a conciencia de que las demás partes siguen sin detenerse, mirar de reojo y asintiendo con una sonrisa el vértigo del tiempo. Porque esta poesía es básicamente anti control freak, anti formato. Es polifonía y simultaneidad. Y comprueba el hecho de que la poesía es, definitivamente, otro idioma.