En "el hijo del doctor Wolffan" el coronel von Kleichz describe un desolador paisaje después de la batalla, que sin duda fue lo que Manuel A. Bedoya contempló en Lima después de combatir en Miraflores. Así, el homúnculo creado por el doctor Wolffan -<<el hombre artificial>>- estaba destinado a ser algo peor que la guerra: un heraldo distópico de una era que marcaría el fin de la humanidad.