Hoy comenzamos a comprender que la independencia jurídico-política es absolutamente insuficiente para que esta experiencia sea el signo de una nueva realidad política, cultural y social. No basta con derrotar y expulsar del territorio en disputa a quienes injustamente nos han invadido e impuesto unas normas y una cultura extraña y nos han convertido en herramientas de explotación económica e ideológica. La independencia requiere unos planteamientos más radicales que afectan al vivir, al conocer y al sentir. Los caminos de la libertad están por construir. Las actuales instituciones sociales son marcos de control, sometimiento y prohibición. La independencia sólo se puede lograr con el crecimiento colectivo de la libertad integrando la pluralidad social, étnica y cultural.